miércoles, 23 de febrero de 2011

Dos tallas en una. La guerra de las etiquetas

Hoy he visto en el telediario un fragmento de la pasarela Cibeles, con unas niñas muy monas paseando su talla 38 ante las miradas envidiosas de quién sabe cuántas chicas. Pero no quiero entrar en la guerra de las siluetas perfectas, que llevan a la anorexia a tantas chicas y chicos, eso sería parte de otro post más profundo. Hoy nos lo tomaremos de otra manera y abordaremos el tema en otra línea.
Hace unos días leí algo que tiene que ver con el mundo de la moda, una misma mujer puede tener hasta tres tallas diferentes, según donde compra la ropa. Y digo yo ¿por qué no se pueden poner de acuerdo los fabricantes y tomar las mismas medidas para hacer las tallas iguales? Por lo que se ve esto es algo impensable y es posible que la  explicación la encontremos en el marketing. Indudablemente vende más un fabricante que hace las tallas pequeñas más grandes. Si yo me pruebo un pantalón en una tienda que marca la talla 40, seguramente lo preferiré a otro que marque la 42 en otra, aunque solo sea por el efecto psicológico.
Pero el mundo de la moda es así de curioso, como curiosos son los modelitos que lucen los modelos en las pasarelas, y que no volvemos a ver ni en los escaparates ni vestidos por personas. ¿Qué encierra el mundo de la moda? Los modistos gastan muchas horas y mucho dinero en diseñar y fabricar sus modelos, casi siempre inasequibles para las clase de los de a pie, pero paralelos a esto subyace el mundo de los complementos, que si que venden y que son en realidad la verdadera esencia de las pasarelas.
Pero mientras tanto utilizan sus diseños para hacer marca y para que luego compremos un bolso de fulanito o menganito, o un pañuelo que la modelo frutanita de tal, llevaba en la pasarela, y quien dice un bolso, dice un pasador para el pelo, un perfume, o una línea cosmética.
Y digo yo ¿para este viaje hacen falta tantas alforjas? ¿hacen falta niñas tan monas para terminar vendiendo pasadores para el pelo?. ¡Ah! que el mundo de la moda es arte, me chivan al oído, entonces me callo. Si es arte, eso es otra cosa; pero será arte ambulante, a juzgar por los paseos  al filo de la tarima, arte porque son  únicos,  tan únicos que no vuelven a verse por las calles. A menudo cuando se ven estos desfiles, suele oírse  un comentario  ¡pero quién va a atreverse a ponerse eso por  la calle! transparencias que dejan adivinar los encantos , las esbeltas siluetas, las garrillas de alambre; sombreros llamativos que impiden ver lo que se tiene delante, aunque en estos tiempos nadie lleve sombrero, al menos a diario. Pero como la moda es arte, me callo.
Algunos modistos me van a reñir por mis comentarios, pero algo de razón tengo y sin infravalorar el trabajo artístico de los diseñadores y modistos, que su esfuerzo les cuesta, diré que no cuesta nada que  todos fabriquen con las mismas medidas, que da la sensación de que hay poca coordinación entre ellos, fabricando cada cual con las medidas que se les antojan sin tener en cuenta que por una Cuestión de etiquetas no sabemos qué talla tenemos, que cuando la dependienta nos pregunta ¿qué talla lleva usted? le tenemos que responder:" la 40, 42 o 44....depende. Y, claro, ella se queda pensativa creyendo que depende del atracón de ese día, de la tripa hinchada, de los efectos de la menopausia,  de que nos va a venir la regla o de que nos hemos ido del bolo. ¡Pues no! no depende de nada de eso. Depende de los malditos fabricantes que no utilizan una cinta métrica standar y hacen con las medidas de su capa un sayo. Eso, o no usan metro, en cuyo caso me callo.
 O quizá es una cuestión de tacañería, que algunas tallas dan poca talla y otras en cambio dan dos tallas por una. ¡A ver si va a ser eso!