Hace tiempo que no salíamos de paseo por esos caminos de Dios, cuando, a mi amiga Montse y a mí se nos ocurrió para dar un paseo. La verdad es que por la mañana hacía un sol estupendo y nada hacía presagiar que a las pocas horas ese sol iba a dejar paso al frío más horroroso. Pero, aunque vimos que el tiempo se había vuelto insoportable, seguimos con nuestros planes y nos encaminamos por la carretera de Orós.
¡Qué valientes!. No lo digo por nosotras, sino por dos mamás con sendos bebés, que encontramos por el camino, paseando tan ricamente; claro, a los niños hay que acostumbrarlos desde pequeños a estos fríos, que de otro modo, de mayores, se constipan constantemente. Por allí iban tan campantes, eso sí, con cara de frío y algo encogidas, pero orgullosas de no privar a sus bebés del paseo cotidiano. Unas ráfagas de vientecillo del norte, no iban a ser obstáculo para seguir ellas con sus planes cotidianos.
Luego nos detuvimos junto a una pradera, donde paseaba un burro, de esos que están en extinción, y que son asesinados por algunos desalmados a veces, por no se sabe qué razones, ¿o sí?. Pues estaba tan tranquilo el burro, cuando nos vio hacerle unas fotos y se acercó a nosotras. Se ve que está acostumbrado a la gente y desobedece la orden de sus padres de no hablar con desconocidos, porque estaba la mar de tranquilo y feliz. Lo malo fue, cuando una volada de aire desplazó la funda de la cámara de fotos hasta dentro de la pradera y, claro, con el burro allí al lado, no nos atrevíamos a entrar. Al fin y al cabo somos chicas de ciudad y por aquello de que no te den una coz inesperada, pensamos que era mejor tomar algunas precauciones, como distraer al burro, mientras la otra entraba a buscar la funda. La cosa terminó bien y mi amiga rescató la funda sin problemas.
Llegamos hasta Orós, hasta donde comienza el barranco Os Lucas, pero decidimos que otro día llegaríamos hasta el final, que el vientecillo se volvía cada vez más fuerte y no era cosa de entretenerse.
El regreso fue lo peor, con el viento en contra empujando en sentido contrario al de la marcha. El horizonte se veía oscuro y con ventiscas por allá arriba, algún copillo de nieve llegaba hasta nosotras demostrándonos lo evidente de la situación: habíamos elegido un día nefasto para caminar. Con el frío en el rostro y las manos congeladas regresamos al pueblo dos horas y pico después, cansadas de tanto luchar contra el viento, pero satisfechas de haber comenzado los paseos por los alrededores.
Si alguien se apunta y quiere venir con nosotras otro día, que me lo diga. Las experiencias pueden ser inesperadas e inolvidables. Os lo aseguro.
3 comentarios:
Madre mia, que agujetas hoy...,despues de tanto tiempo, hay que andar más.
Anda ¡exagerada! si fue una andadita de nada. Yo no tengo agujetas, pero anoche estaba cansada a tope. ¿Será que nos hacemos mayores? o ¿será que caminamos poco?.Otro día toca a las seños de Arás, que ya estamos entrenadas. Un saludo
Mujeres.
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