viernes, 7 de marzo de 2008

Paradojas de la vida


La vida tiene muchas paradojas que aparentemente no tienen conexión entre ellas, pero siempre llega un momento en que les encuentras una relación y con el paso de los años te das cuenta de que todo tiene una coherencia en la vida y un sentido que terminas entendiendo.
Hace años, cuando el mundillo de internet empezaba a ser una realidad, que poco a poco se iba adentrando en nuestras vidas, un gran amigo mío me habló por primera vez de este tema. Yo me acababa de separar, de esto ya hace mucho, y no tenía trabajo, mis tres hijos tenían la costumbre de comer todos los días, así que mi situación era complicada. Este amigo, que dirigía una editorial de material didáctico en Madrid y otros temas relacionados con la educación, se inventó un puesto de trabajo para mi, delegada comercial de la editorial en Aragón y me lo propuso, acepté de inmediato y me fui adentrando en el mundo comercial. Uno de los productos que aprendí a vender eran conexiones de internet y intranet entre centros. Mi amigo me tuvo que dar un cursillo rápido de esta tecnología, que a mi me parecía de ciencia ficción, y a menudo le decía: “¡cómo voy a vender algo que no entiendo!”, pero acabé entendiendo y me gustó el tema.
Recuerdo la cara de extrañeza de la gente, cuando les hablaba sobre internet, que obviamente les parecía algo rarísimo. De esto hace muchos, muchos años.
Y por esas vueltas que da el destino, a través de internet descubrí un día, hará cuatro años en agosto, que mi amigo había fallecido. Solía visitarme en Zaragoza unas tres veces al año y yo estaba intranquila, porque aquel año no le había visto desde hacía meses y no respondía a mis cartas, por entonces él estaba viviendo en Roma. Un día se me ocurrió entrar en internet con la intención de investigar para dar con su paradero, y en una de las revistas de la editorial encontré la reseña de su fallecimiento, que había tenido lugar unos meses antes, en Marzo, a causa de un infarto. La impresión fue importante, como os podréis imaginar. Aquel mismo día, cuando todavía no había terminado de tragarme las lágrimas, alguien me comentó la posibilidad de un trabajo fuera de Zaragoza. Y recordé las palabras de mi amigo que solía decirme a menudo que tendría siempre éxito en lo que emprendiera por mi manera de ser (se debía referir a que soy una cabra loca que siempre consigue lo que se propone).
Ese mismo día decidí marcharme de Zaragoza. No acepté aquel trabajo porque no terminé de verlo claro, pero casi simultáneamente me hablaron de otro, que me cuadró mucho más. Y me vine a Biescas tres meses después para empezar de nuevo. Pero esto es parte de otra historia. Desde entonces me comenzó a ir mejor y se ha estabilizado mi vida. Y todo se lo debo a él en la mayor parte. A menudo le recuerdo y le doy las gracias por nuestra amistad, que me ayudó a enfrentar muchas situaciones difíciles. Por eso desde internet quiero mostrarle mi agradecimiento en el cuarto aniversario de su muerte y dedicarle esta entrada con todo el cariño. Por una amistad que duró muchos años, y por todo lo que hiciste por mí. ¡Gracias!

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Qué bueno es tener buenos amigos! Yo tengo una amiga de la infancia, de la muy infancia. Nuestras vidas, muy distintas, incluso geográficamente, nos han llevado siempre en paralelo. Ella me acompaña en los mejores y peores momentos de mi vida. Entiendo tu mensaje, Sofi. Y supongo que las letras se quedan cortas para expresar todo el sentimiento que llevas dentro.

Ligia dijo...

Bonito homenaje a un amigo, aunque ya no esté. Hay personas que influyen en nuestras vidas sin apenas darse cuenta. Saludos. Ligia

Clauminara dijo...

Tienes toda la razón hay personas que dejan una huella imborrable en nuestras vidas y aunque estemos lejos o aunque ya no estén aquí siguen presentes siempre.