martes, 25 de marzo de 2008

El Portazo (relato)

(Foto: Ordesa)
Ella le ha reprochado que se gasta todo el dinero y apenas entrega nada en casa, sus vicios se le apoderan y cada vez se hacen más grandes. Ni la mirada de esos ojos que le piden algo de comer, ni la ropa rota de sus hijos, ni las deportivas desgastadas...nada le hace reaccionar y sigue, impasible, gastando todo su dinero. Ella se lo reprocha una y otra vez y él, como si nada, parece impasible ante las palabras, ante los gestos, ante la miseria en que hace vivir a su familia. Sus hijos tienen hambre y gracias a la bondad de una vecina, que les ha dado unas galletas, pueden desayunar esa mañana.
Ella llora ente la impotencia de no poder hacer nada, de no poderle convencer para que se responsabilice de sus hijos, para que sea un buen padre. Pero ¿qué padre bueno permite que sus hijos pasen hambre? Ella no lo entiende y sigue llorando porque lo poco que gana dando clases no le llega para mucho. Y entonces es él quien le reclama el pago de sus clases y le reprocha que se lo queda todo y le insta a compartirlo, seguramente para seguir gastándolo en sus vicios. Ella se niega a entregar ese dinero y él sigue reclamando. Pero ella no le va a entregar el pan de sus hijos.
Se siente caminar por la cuerda floja y cuando llega al final y no puede más, le pide a su marido que se vaya. Entonces llegan las promesas, que sabe que no va a cumplir, y le pide otra oportunidad. Pero ya lleva mil oportunidades y como si nada. Ella se ha cansado de esperar a que nunca llegue mañana. Porque cuando le pide dinero para comer, él siempre responde _mañana te lo daré, mañana_. Y ese mañana nunca llega. Y sigue malgastando y sus hijos pasando hambre, caminando descalzos, con camisetas rotas. Y como si nada.
Y llega enfadado a casa, seguramente por remordimiento de haberlo gastado todo, lo paga con ella y con sus hijos sin darse cuenta de que cada día los está perdiendo un poco más. Ella calla, con el paso de los años ha aprendido que callar es lo mejor que puede hacer, porque mientras tanto sus hijos miran con temor de que ocurra algo, y calla por ellos, para que no teman, para que no despierten con sus gritos. Pero después de tanto esperar que cambien las cosas, ella se cansa y decide que ya ha sido suficiente. Le vuelve a pedir que se vaya, esta vez ya no hay marcha atrás. Se le ha terminado su última oportunidad.
__Estamos cansados de pasar hambre. Queremos tener una vida. Vete donde puedas deshacerte de tus vicios y arreglar tus problemas, que este barco se hunde y no nos queremos hundir contigo.__
Y se va, con la cabeza gacha, pero sin intención de dejar sus vicios. Vuelve la cabeza, negándose a entender que lo ha perdido todo, su mujer, sus hijos. Porque pensaba que le esperarían toda la vida, hasta que se cansase de malgastar su dinero. ¡Pero si se lo ha gastado todo, el medallón de la Primera Comunión y la pulsera de oro de su mujer, regalo de su abuela, hasta los pendientes de oro de su suegra, ya fallecida, que su mujer guardaba como oro en paño! Todo lo vendió para pagar su vicio. Y también se gastó el dinero que regalaron a sus hijos por su Primera Comunión. Todo. Ya no ha quedado nada. Y cuando vuelve la cabeza, pensando que va a encontrar a su familia mirándole, escucha un portazo. Ni siquiera han esperado que cogiera el ascensor...él se lo ha ganado.

8 comentarios:

celebrador dijo...

Las circunstancias de una vida se pueden poner muy duras, el hecho mismo de la vida sigue siendo (sin embargo) un inmenso regalo que nadie nos debía

No llegamos a ella bajo las claúslas de ningún contrato

No se nos prometió nada, tan solo que reciríamos hasta nuestro mismísimo final un aliento cada vez y que eso sucedería con absoluta fiabilidad y precisión

Un aliento que puede llegar a experimentarse como algo inmensamente dulce, y si no ¿has asistido a alguna agonía real?: por favor, un aliento más, aunque solo sea uno más

Sofía Campo Diví dijo...

La única agonía que presencié,celebrador, no fue nada dulce, te lo aeguro. Pero estoy de acuerdo en lo que dices. Gracias por tu visita,espero verte de nuevo. Un saludo

Abedugu dijo...

Es muy fácil juzgar sin saber, pero nunca entendí como una mujer como la del relato puede aguantar tanto, pues aunque se dice que es por los hijos, no creo que beneficie a estos en nada.
Un abrazo

Anónimo dijo...

Triste relato aún más sabiendo que es la realidad de algunas familias.
Saludos

G-russo dijo...

es la triste realidad de muchas familias, que conozco, el vicio puede mas que el amor cuando este esta enraizado en el pellejo de las personas, recordemos que el vicio siempre tuvo un comienzo y ese comienzo fue poco a poco, nunca de golpe, no dejemos controlar nuestra vida a los vicios, es tiempo de darles a ellos un portazo en la cara....

Anónimo dijo...

Si me tocara la primitiva, si me tocara el euromillón..... No quiero nada, tengo el mejor premio: mi familia, mis hijos y mis amigos. Tenemos que aprender a valorar que tenemos lo más importante y muchas veces no nos damos cuenta.

o mocé de casa Albeitar

Sofía Campo Diví dijo...

Estoy de acuerdo con todos, lo que he contado en realidad en muchas ocasiones y la familia es lo mejor que tenemos, yo haría lo imposible para que a mis hijos no les faltase de nada y fueran felices, pero hace años, alguien que vivió con nosotros no opinaba lo mismo. Un abrazo a todos

Anónimo dijo...

Hay que seguir luchando Sofi.... por conseguir el aliento dulce.
Un beso.