domingo, 9 de marzo de 2008

Hiedra (Relato)


Camina cogida de la mano y de vez en cuando levanta los ojos, le parece descubrir un abismo que se apodera de ella. Todo está alto y es grande, está lejos de su alcance. La persona que va con ella le dice de vez en cuando "no temas", pero ella tiene miedo de que ese mundo tan grande caiga sobre ella y le haga daño. Sigue caminando cogida de la mano y mientras camina observa cosas que no entiende, escaparates iluminados grandiosos, calles inmensas que no terminan nunca, casas altas, que parecen perderse en el infinito.
Está en un mundo que parece no terminar nunca, después de esas calles hay otras, con tiendas en hilera, como si estuvieran enzarzadas en una enorme hiedra. Y se mete dentro de la hiedra,
pero le da miedo no poder salir. Y la persona que la lleva de la mano vuelve a decirle "no temas".
Pero sigue teniendo miedo de ese mundo tan grande, de esas calles tan anchas, del sonido de los coches, de las sirenas de las ambulancias. Le parece que ese mundo vuelve a derrumbarse sobre ella. Solo tiene cuatro años, se siente indefensa en medio de objetos tan grandes.
Y sigue caminando....y pasa el tiempo....mucho tiempo. Y un buen día vuelve a caminar por aquellas calles llevando a alguien de la mano. Mira hacia abajo y le ve ¡tan pequeño!, parece asustado. En un momento se cruzan sus miradas y ella sabe cómo se siente. Seguramente tiene miedo y vuelve a decirle "no temas". Y se cogen fuerte de la mano. Ella recuerda entonces cuando caminaba por esas mismas calles hace muchos años, por ese mundo que le daba miedo y que ahora se ha vuelto pequeño. Y vuelve a mirar al niño y se da cuenta de que está a punto de entrar en la enorme hiedra de cosas grandes enlazadas, entonces le coge en brazos para no dejarle solo allá abajo, tan lejos. Y Le mira de frente a los ojos. El niño le sonríe. Ya no tiene miedo. Le besa en la mejilla y le dice "no temas cariño, el mundo no es tan grande, ni tan alto, ni tan cruel como tu lo ves, ya verás que, conforme vayas creciendo, irá menguando hasta que deje de darte miedo". Pero en ese momento lo único que le importa es sentir que el beso que acaba de recibir en su mejilla le ha quitado el miedo....todo el miedo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Todos tenemos miedo de crecer, de subir, quizás pensemos que si subimos mucho la caída puede ser peor.
Sin embargo agradecemos ese beso, esa caricia, ese aliento que manos amigas nos dan y podemos seguir otro trecho sin miedo al futuro.
Saludos

Leodegundia dijo...

Un relato precioso y tierno, todos en algún momento de nuestra vida necesitamos una mano que nos de seguridad y un beso y una caricia que nos haga sentir queridos.
Un saludo.

Anónimo dijo...

Cómo me ha gustado... Algunos, aún adultos y con miedo, seguimos caminando por esas calles.