martes, 22 de abril de 2008

El Piso Veintiocho (relato)

Se subió a lo más alto del edificio, veintiocho pisos de una subida que se le hizo eterna, tanto que deseó no haber entrado nunca en aquel ascensor. Aquellos botones parpadeaban delante de sus ojos sin que pudiera hacer nada para esquivarlos; demasiada gente a su alrededor en un espacio tan pequeño, perfectamente ocupado por treinta personas, entre las que se mezclaban infinitos olores, que le provocaban otras tantas sensaciones de asco irreprimible. Hubiera sido mejor subir por la escalera, se decía, pero veintiocho pisos eran demasiados, le hubiera costado una eternidad llegar y, además, hubiera llegado sudorosa, jadeante y completamente roja debido al esfuerzo, cosa que quería evitar a toda costa.
Y mientras subía meditaba en su interior las palabras que utilizaría para presentarse. (¡Buenas tardes! vengo en respuesta a su anuncio de esta mañana en el diario....)(me llamo Maria Calamidad y vengo para hacer una prueba para el casting). Y así infinitas pruebas que no acababan de convencerla. Quería quedar bien para causar una buena impresión y que la seleccionaran para aquel anuncio publicitario, pero por más que lo intentaba no conseguía las palabras perfectas. Siguió subiendo y los botones seguían parpadeando provocando destellos que se reflejaban en sus ojos y le provocaban dolor de cabeza.

Finalmente llegó al piso veintiocho y cuando se abrió la puerta del ascensor se dispuso a salir y todas aquellas personas con ella; no se lo podía creer. Todas se dirigieron hacia la misma puerta, y entraron en la misma sala. Una estancia con un centenar de personas más que habían acudido en respuesta al anuncio, todas ellas en pié, esperando que les llegara el turno. Aquel lugar era todavía peor que el ascensor, olía a cerrado y el olor humano se mezclaba con otros tantos perfumes, que le provocaban náuseas a Maria Calamidad.

Y mientras esperaba pensaba sería muy difícil que la seleccionaran . Seguro que había muchos, mejores que ella. Y se desanimó de tal manera que decidió marcharse y renunciar. Salió de la sala y dirigiéndose a la recepcionista le dijo con un tono irónico, dibujando una amplia sonrisa en sus labios: "demasiada gente para un solo puesto..." Una voz desde el fondo del pasillo le impidió terminar su frase. Era el organizador de aquella selección de personal. "¡Señorita, espere un momento por favor! esa entonación que acaba de emplear, es la que estamos buscando para el anuncio. No creo que se haya equivocado usted, mas bien diría yo que está en el sitio adecuado en el momento perfecto. Si yo no hubiera salido preso de un ataque de sed, nunca la habría escuchado y usted se habría marchado, dejándome sin la persona ideal para este papel. Queda usted contratada."

María Calamidad creyó que estaba formando parte de una película. Le parecía increíble semejante coincidencia, y cuando salió de su asombro aceptó el papel encantada y le dio las gracias a aquel hombre. Cuando salió a la calle, aquella casa ya no le parecía tan alta, la calle olía a hierba recién cortada y ella se sentía una persona afortunada....muy afortunada.

1 comentario:

Vivianne dijo...

En definitiva nunca sabemos lo que nos espera de verdad, entre tanta vuelta y a veces la autoestima baja nos cerramos y damos la vuelta, su destino estaba allí suerte o no, se lo merecía por los 28 pisos!!!que menos mal no los subió a pie!!!