lunes, 7 de enero de 2008

Aplausos y soledad (microrrelato)



Se ha quedado quieto, los ojos enrasados por las lágrimas, una mueca de tristeza en el rostro. El salón se ha quedado vacío, desierto. Las butacas silenciosas se han quedado solas. Desde el escenario permanece unos minutos observador de cuanto le rodea. Los aplausos son ya historia. Le parece mentira que tan solo hace unos minutos aquel sitio estuviera abarrotado de gente que gritaba, que aplaudía; ahora ni tan siquiera el eco de esos aplausos vibra, tan solo en su corazón ha quedado una marca de todo aquello.
Se dirige hacia el camerino y se sienta frente al espejo, quitándose los restos de maquillaje, vuelve a ser el mismo, la misma persona que hace unos minutos era vitoreada por toda aquella gente y que ahora no es nada; poco a poco va despareciendo el artista y va apareciendo la persona. Cree que el cansancio se le apodera y le va a clavar el aguijón, igual que la araña se lo clava a su presa. Se mira en el espejo y no le gusta la imagen que éste le devuelve. No reconoce esa imagen, quizá sea que no quiere reconocerla, porque le recuerda lo que fue y lo que perdió, lo que ha dejado de ser. Y vuelve a mirarse en el espejo con insistencia y no ve nada, hasta que mira sus ojos, abarrotados de lágrimas, y, reflejado en un minúsculo rincón de sus pupilas, se ve a si mismo, y se le alegra el rostro porque quizá no lo haya perdido todo. Ese poquito que queda de lo que fue, le basta para saber que no todo está perdido.

1 comentario:

Leodegundia dijo...

Los aplausos son algo efímero y no tan importante en la vida, lo importante de veras es no perderse uno mismo, estar ahí y saber vivir.
Un abrazo