Aquel día, María Calamidad, salió de casa para acudir a una entrevista de trabajo, y cuando iba de camino hacia la dirección indicada, iba pensando que el anuncio que había leído en el periódico unos días antes, no tenía mala pinta, aunque parecía un anuncio estándar para captar personas. "Empresa de reconocido prestigio, que va a instalarse en el sector, va a seleccionar personas para importante puesto de trabajo, no es necesaria experiencia, la formación correrá a cargo de la empresa. Es necesaria buena presencia y disponibilidad a tiempo completo, se remunerará según valía". Sería de reconocido prestigio, pero a María Calamidad no le sonaba de nada, y ¿cómo iban a instalarse en el sector sin tener todavía el personal?
No entendía tampoco, que para un importante puesto de trabajo no hiciera falta experiencia o que la formación te la diera la empresa en unos pocos días; en cuanto a lo de la buena presencia, se preguntaba qué sería exactamente la buena presencia, ir aseada y limpia, o ir enseñando piernas y con la cara pintarrajeada como un cromo y un traje de Cristian Dior. Lo de la disponibilidad si que estaba claro, aunque claro, se preguntaba ella, a ver si va a ser a demasiado tiempo completo. Y lo de la remuneración si que era contradictorio, porque si no era necesaria experiencia ¿cómo se iba a remunerar según valía?
Cuando estaba a punto de entrar en el portal de dichas oficinas se vio reflejada en los cristales y se preguntó si su presencia sería la adecuada. Pero le vino a la cabeza una frase de una amiga, que siempre le decía, Calamidad, lo importante es ser una misma. Y es eso lo que hizo justamente. La entrevista transcurría sin problemas e iba respondiendo a las mismas preguntas de otras tantas mil entrevistas a las que había acudido, ni siquiera estos habían ganado en originalidad. Por supuesto el nombre de la empresa era desconocido para ella. Pero ella, que se estaba impacientando por la sarta de estupideces que le decía aquel hombre, no pudo menos que saltar cuando llegó la última pregunta, relacionada con su vida personal. ¡Para que querría saber ese tipo si estaba casada y si tenía hijos y las edades de sus hijos! El tipo cambió la expresión cuando le dijo la edad del pequeño, tres años. Y la siguiente pregunta fue-¿cuando su hijo enferme, tiene solucionado con quien dejarlo para no faltar al trabajo? Y María Calamidad, que estaba hasta las narices de acudir a entrevistas, le preguntó a continuación ¿si yo fuera hombre me hubiera hecho usted esa pregunta? El hombre se quedó petrificado y ella tan a gusto. A continuación se levantó y despidiéndose de aquel hombre le dijo -creo que hemos terminado- Y se marchó por donde había venido, acalorada por la estupidez y el machismo de aquel tipo. Por supuesto no la seleccionaron para el puesto de trabajo, que terminó siendo para la venta de seguros. Y aunque la hubieran seleccionado, no hubiera aceptado porque a María Calamidad no le gustan nada, pero que nada los seguros.
No entendía tampoco, que para un importante puesto de trabajo no hiciera falta experiencia o que la formación te la diera la empresa en unos pocos días; en cuanto a lo de la buena presencia, se preguntaba qué sería exactamente la buena presencia, ir aseada y limpia, o ir enseñando piernas y con la cara pintarrajeada como un cromo y un traje de Cristian Dior. Lo de la disponibilidad si que estaba claro, aunque claro, se preguntaba ella, a ver si va a ser a demasiado tiempo completo. Y lo de la remuneración si que era contradictorio, porque si no era necesaria experiencia ¿cómo se iba a remunerar según valía?
Cuando estaba a punto de entrar en el portal de dichas oficinas se vio reflejada en los cristales y se preguntó si su presencia sería la adecuada. Pero le vino a la cabeza una frase de una amiga, que siempre le decía, Calamidad, lo importante es ser una misma. Y es eso lo que hizo justamente. La entrevista transcurría sin problemas e iba respondiendo a las mismas preguntas de otras tantas mil entrevistas a las que había acudido, ni siquiera estos habían ganado en originalidad. Por supuesto el nombre de la empresa era desconocido para ella. Pero ella, que se estaba impacientando por la sarta de estupideces que le decía aquel hombre, no pudo menos que saltar cuando llegó la última pregunta, relacionada con su vida personal. ¡Para que querría saber ese tipo si estaba casada y si tenía hijos y las edades de sus hijos! El tipo cambió la expresión cuando le dijo la edad del pequeño, tres años. Y la siguiente pregunta fue-¿cuando su hijo enferme, tiene solucionado con quien dejarlo para no faltar al trabajo? Y María Calamidad, que estaba hasta las narices de acudir a entrevistas, le preguntó a continuación ¿si yo fuera hombre me hubiera hecho usted esa pregunta? El hombre se quedó petrificado y ella tan a gusto. A continuación se levantó y despidiéndose de aquel hombre le dijo -creo que hemos terminado- Y se marchó por donde había venido, acalorada por la estupidez y el machismo de aquel tipo. Por supuesto no la seleccionaron para el puesto de trabajo, que terminó siendo para la venta de seguros. Y aunque la hubieran seleccionado, no hubiera aceptado porque a María Calamidad no le gustan nada, pero que nada los seguros.
1 comentario:
Hay situaciones peores que la de Calamidad. Puede ocurrir que nadie te pregunte si tienes con quién dejar a tu hijo y den por hecho que no tienes familia.
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