Quedan pocos días para la celebración del Día de la Madre y , aunque no soy muy partidaria de estas celebraciones, me parece un buen momento para dedicar a este tema algunos post. Yo veneraba a mi madre, la tenía en un pedestal, entre otras cosas, porque era una muy buena persona y mejor madre. Recuerdo que, a menudo, cuando regresaba de la universidad me gustaba sorprenderla con algún pequeño obsequio; en invierno era un puñado de castañas calientes; en verano unas fresas con nata o cualquier otra cosa que se me ocurriera. Y recuerdo que, a menudo pensaba en ella....pensaba mucho en ella.
Recuerdo las tardes de compras por Zaragoza cuando, a media tarde, nos tomábamos un respiro y nos íbamos a un kiosco, que había en una plaza junto a un colegio de jesuitas (ahora no recuerdo el nombre) y nos tomábamos una limonada, si era verano claro. En invierno en lugar de limonada era un chocolate con churros, en una chocolatería del Coso Bajo. La recuerdo subiendo el doble de mis pantalones, que siempre me iban largos. Y sobre todo la recuerdo en aquel rincón del comedor, sentada junto a su mesa camilla cosiendo, al lado de la máquina de coser. Porque no os lo he dicho, mi madre era modista, aunque nunca cosía para los de fuera; ya tenía bastante con hacer la ropa de mis ocho hermanos y mía. Es curioso que con el paso de los años ésta es la estampa que más a menudo recuerdo de ella, y la estampa que más dolor me produjo, cuando ella falleció, con cuarenta y seis años, esa mesa camilla junto a la máquina de coser...completamente vacía. Recuerdo que pasaba por el comedor y miraba de reojo hacia la mesa, en un intento desesperado de volver a verla. Podría contaros miles de cosas de mi madre, una mujer especial que sufría en silencio, que nunca se quejaba y que siempre pensaba en los demás. Ella siempre nos decía que debíamos pensar en los demás, su gran enseñanza. Y yo se lo inculco a mis hijos. A menudo les digo que se pongan en el sitio del otro, que piensen en todos. Y, aunque ahora ignoro si me escuchan, tengo la esperanza de que algún día ellos se lo inculquen a sus hijos y se acuerden de mí.
3 comentarios:
¿Me perdonas si me pongo trascendental?, es que das pié
La mejor esnseñanza es la que se transmite por "resonancia", cuando yo me estoy sitiendo feliz, mis hijos "lo notan"; y no hay mejor asignatura
Tienes razón, pero ¿qué pasa cuando uno no se siente feliz? la felicidad no se puede inventar y cuando existen problemas no puedes inventar un bienestar que no existe. Un saludo
Querida Sofi, creo que nuestra obligación es estar ahí, sembrando cada día... Creo que cuando llegue el tiempo de recoger la cosecha, el fruto será estupendo. Besos y felicidades a tí, que eres madre.
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