Con gran afán comenzaron a construir su casa, sin saber que el lugar que habían elegido no era el más apropiado, porque otros habían intentado construir las suyas en ese mismo lugar sin éxito. Pero ellos, ajenos a esto, llevaron a cabo la obra con la ilusión de que cuando llegaran sus hijos al hogar, estuviera lista para acogerlos y darles calor. Y con afán cada día amontonaban trocitos de barro mojado, que, cuando se secara, daría cobijo a sus seres más queridos.
Ese lugar estaba maldito, a pesar de que reunía todas las condiciones para hacerlo habitable, porque la mano cruel de un enemigo , a quien no le interesaba tenerles cerca, el año anterior había destruido otra construcción similar, que otros habían intentado levantar en ese mismo lugar. La golpeó , con todos sus inquilinos indefensos en su interior, hasta que consiguió destruir lo que había sido hecho con tanta dedicación. Cuando regresaron los padres y vieron que su hogar había sido aniquilado, lloraron amargamente, dieron vueltas sin sentido en un intento fallido de encontrar a sus hijos con vida. Y cuando ya no tenían más fuerza para seguir buscando, dirigieron su mirada hacia el suelo y los vieron allí, tendidos en el suelo, indefensos y sin vida. Sus cuatro polluelos, que habían dejado al abrigo del nido mientras buscaban sustento, yacían muertos junto a la acera de la casa donde habían construido su nido, pensando que allí estarían a salvo.
María Calamidad vivía en esa casa y, con gran horror, comprobó que nuevas golondrinas habían hecho su nido en ese mismo sitio maldito, porque seguro que la misma mano, despiadada y cruel , volvería a destruirlo, y se sintió impotente sin saber qué hacer. No conocía la manera de avisar a las golondrinas de que se marcharan de allí y sabía que si se quedaban, sus polluelos quedarían abocados a una muerte segura. Solo le quedaban dos soluciones, avisar a la persona que con tanta maldad había destruido el nido el año anterior, y esperar que tuviera compasión, perdonándoles la vida, ó que el vecino no se presentara en la casa (ya que solo iba algunos fines de semana al año) hasta que los pollitos supieran volar y pudieran salvarse.
(Os contaré el desenlace cuando lo sepa. Ojalá que esta vez tengan suerte)
4 comentarios:
¡Que pena! me horroriza comprobar lo mal que se trata a los animales. Seguro que ese nido allí no les molestaba en absoluto.
Espero la continuación para saber si por fin salió bien.
Un abrazo
En casa de mis padres anidan las golondrinas en un farol del patio. Hemos llegado a un pacto con ellas, les limpiamos la caquita que dejan y no le cobramos nada por el alquiler y a cambio nos tienen que dejar ver los pollitos para que mis sobrinos se alegren y aprendan los milagros de la naturaleza.
Llevamos así cuatro años, cada uno cumpliendo su parte. Ganamos todos.
Saludos.
Le diré a mi vecino que pacte con ellas, pero lo veo difícil. A ver si para otro año, las golondrinas son mas listas y hacen el nido encima de mi balcón, que las voy a protejer, en lugar del balcón del vecino, que son solo escasos metros de diferencia. Un saludo
Me encantan las golondrinas sobre todo cuando visito mi tierra sureña en pleno invierno y ellas están revoloteando en el jardín de mi madre, siempre vestidas de abrigo negro, brillantes y traviezas, creo además que es un acto aberrante el destruir sus nidos,matar a los polluelos y mas encima dejalos abandonados en el suelo bahhh, ese vecino no tiene corazón, me cae mal****
Por favor amiga resguarde a las avecillas, un favor especial!!!
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